jueves, 3 de diciembre de 2009

Volver


Dos días antes de salir de viaje, salió una buena oportunidad de laburo. Querían que arrancara ya, pero yo no podía. Me fui sin saber si me esperaban a la vuelta. La última noche en Nueva York recibo un mail "apuráte que te necesitamos", decía. Nos abrazamos con Ceci, felices.
LLegué a Buenos Aires y al día siguiente estaba trabajando en un nuevo proyecto editorial. La propuesta entusiasmaba. A la semana teníamos el Número Cero impreso. Siete días después, el Nº1 salía a la calle con una nota sobre Educación en tapa. Yo ya estaba afirmado como editor, y cada vez más entusiasmado. Hoy sacamos el Número 3 con un viejito piola guiñando el ojo en tapa y cuando veo el resultado, sonrío con él.
Las vacaciones pos Clarín duraron menos de lo pensaba. Ahora trabajo en San Telmo, tengo horarios normales (no de personal de seguridad como dijo mi amigo El Negro), los fines de semana para mí y los días de semana resultan bien agitados, muchas veces vertiginosos. Pero lo mejor de todo es que recordé por qué elegí hacer lo que hago.
Amo las redacciones.
Y la del Diario Z hizo que me volviera a sentir bien con mi profesión.