No sé si a ustedes les pasa.
Yo vivo muchas veces en una aceleración interna que no me resulta muy sana. Ansiedad es el nombre que lleva.
Algunos la expresan todo el tiempo, la transmiten. Otros parecen tener el don de dominarla o inculso desconocerla. Y otros la viven por dentro. Tal vez este grupo sea el que más la sufre (no tengo niguna certeza científica para decir esto, sólo mi experiencia personal).
La pregunta es por qué está allí.
no, acá no está la respuesta.
Yo empecé a entender "mis" porqué hace no mucho. Y hoy me cayó una ficha, entre muchas otras que cayeron en los úlitmos años.
Creo que tendemos a creer que los problemas se tienen que resolver ahora y completamente para seguir adelante, y esto no es cierto. No hay cierres perfectos para todo. No hay moños ni frutillas en la cima del postre. Cuando los hay hay que saber reconocerlos, disfrutarlos y ya. Hay dramas personales que siempre estarán con nosotros, creo que lo mejor que se puede hacer es valorarlos en su justa medida (sí, analizarlos, sacudirlos y ponerlos pata para abajo también) y una vez que ya no nos sirve quedarnos ahí dejarlos pasar para seguir adelante.
Creo -y esta es la ficha que cayó hoy-, que desesperarse es lo peor que uno puede hacer; no sirve de nada. Que uno no huye de eso que tanto tememos (la muerte) por ir más rápido. Que querer hacer todo YA y sin fisuras es una tremenda estupidez propia de la omnipotencia más insana. Que incluso hace que hagamos las cosas peor y que nos tome más tiempo. O que directamente nos paralicemos ante lo imposible de esta empresa.
A cada uno este estado (el de la ansiedad) le llega por distintas razones, la mayoría personales pero también sociales, propias de nuestro tiempo.
Sería aburrido -y también me daría pudor- contar mis porqués. Pero cuando los ves, realmente todo adquiere otra velocidad, esa en la que alma, cuerpo y mente parecen ir de la mano.
Sí, no descubrí la pólvora, pero cuando hablo de que "cae la ficha", es porque lo obvio se hace evidente a nuestros ojos.
Se de alguien que vivió velozmente. Que se comió la vida, que siempre sonreía y que era la persona que yo más admiraba en este mundo. Intuyo que sufría mucho también. Y que quizás tenía una certeza y era que no estaría aquí el tiempo que consideramos normal.
Todo esto cae en el momento que tiene que caer, que es cuando estamos preparados para atajarlo.
En memoria de mi hermano, Sebastián Alberto Hacker, a quien amo y extraño.