Hoy, viernes 28/sábado 29, fue mi último día en Clarín.
Escucho por última vez el grito de Jackson: "¡Levanto la guardia!" yn veo la pila de diarios recién impresos sobre el escritorio.
La redacción a esta hora (1.30) ya está vacía, sólo un montón de computadoras sin vida y los televisores encendidos en los canales de noticias.
Un piso más abajo, el lugar donde me inicié como periodista, los Zonales, se fue a dormir temprano.
Además de la hermosa sensación de libertad, algunas cuantas emociones que no voy a tratar de intelectualizar se me cruzan por la panza.
Como me pasa muchas veces, estoy sorprendido con el cariño de los compañeros con los que compartí estos nueve años en Clarín. Me llevo hermosos recuerdos, no me voy pateando la puerta y no siento que deba saldar ninguna cuenta pendiente.
Clarín fue una etapa importantísima en mi vida. Todavía no caigo en que esto ya no es más.
Tampoco quiero pensar mucho en ello.
Sí quiero que sigan soplando estos vientos que me impulsan ahora, que me hacen mirar para adelante y me ayudan a salir a navegar nuevos mares.
Ya me abracé con todos los que quería, ya vacié mi cajonera y puse mis petates en una caja, como en las películas.
Voy a prenderme el úlltimo cigarrillo, a cerrar el xalok y el RED1, apagar los parlantes que dejo sobre la mesa iluminada por estas horribles luces de tubo (hacen todo tan artificial)
Voy a agarrar el diario, gratis, por última vez, a cargarme el morral al hombro y salir por la puerta de siempre, saludar a Juan, fichar por última vez.
"Nos vamos Hacker", dice Jackson. "Sin cambios levanto, chau hasta mañana".
Hoy renuncio al doble apellido. Ya no soy Pablo Hacker de Clarín.
Hoy vuelvo a ser Pablo Hacker.
Un labial rojo
Hace 5 años