Y sí, vamos a pedirle prestado a Cortázar uno de los pasajes de Rayuela, su libro preferido, para hablar sobre Ella, sobre los dos.
For the record: nos conocimos en una fiesta de cumpleaños de una amiga suya; yo estaba allí, un tanto (muy) perdido, en una época un tanto (muy) revolucionada de mi vida. Las cosas, sin embargo, parecían empezar a acomodarse: me había mudado a mi nuevo hogar, después de 7 años en Laprida. Arrancaba en un nueva sección dentro del diario, después de 6 años recorriendo el Conurbano de los Zonales. Estaba solo desde hacía un año y pensaba que iba a ser difícil encontrar a alguien como Ella.
Ansioso, llegué a la fiesta en Ambient House y tomé un poco de más para sentirme suelto: no era, repito, mi mejor momento. La cumpleañera tenía una amiga para presentarme. Pero no era lo que yo quería. Recorrí ese primer piso de la calle Güemes un poco mareado, alardeando de una seguridad que no tenía. Y ahí la vi, sentada en un silloncito de esos cuadrados y para una sola persona. Parecía no haber lugar para otro allí. La miré intensamente, resulté un poco intimidante quizás. No podía correr la vista, estaba, como se decían una generación atrás, "flechado" por su delicada gestualidad, las piernas cruzadas hacia su izquierda, un vestido negro, sus rulos rubios y los ojos bien abiertos, azules, soñadores. Y me miraban a mí. No le dije nada, me pasa cuando quiero mucho algo: miro, deseo, pero puede escapárseme. Además, me sentía responsable por entretener a mi cita (¿o será que me escudé en eso porque no me animaba a pasar de la fantasía a la realidad?). La fiesta seguía pero yo me fui a casa, con la certeza de que no la volvería a ver.
Pasó un tiempo. Llegó el Día del Periodista: un 7 de junio de 2007. Pasadas las 12 de la noche, así que ya era ocho. Estaba con Ramiro en casa, tomando unas cervezas antes de ir para una fiesta en San Telmo. Esperábamos a Agustina, su novia (la chica del cumpleaños). Llegó, y no estaba sola. Cuando abrí la puerta estaba Ella, más hermosa que la primera vez. El corazón se me salía de la boca. No tenía idea de que eran amigas. Así que me puse en mi mejor rol de anfitrión, Ella se sentó por primera vez en el futón verde del living, bien en la puntita, como queriendo pero no tanto. Con reservas. Lo agarré a Rami y lo llevé del brazo para el balcón. "Boludo, es ella. A esta mina la vi en la fiesta de Agustina y me encantó. ¡¿Por qué no me dijiste que eran amigas?! Es hermosa, me encanta". Claro, cómo iba a saber él que me gustaba si nunca le había dicho nada.
Volvimos al living, estaba excitado, y traté de que no se notara tanto. Igual se notó. Mucho.
Partimos para Urania Giesso, bailamos un poco, otro poco bebimos. Ella estaba esperando mi avanzada. Yo me sentía un poco oxidado para hacerlo con naturalidad. Pero me salió un "¿vamos a tomar una cerveza a la barra?", mostrando mis intactas dotes de galán. Ella se apiadó de mi falta de lucidez y me dijo que sí, que ella no iba a tomar nada, pero que me acompañaba. Puf, el primer paso estaba dado.
Y se desató algo que no esperaba. Empezamos a hablar de todo, no había silencios incómodos, no había nada incómodo. Nos entendíamos, nos reíamos, nos estábamos empezando a gustar. A ella le llevó un poco más que a mí, me confesaría después. Lo mío fue al galope. No podía frenarme.
Nos sentamos en un sillón rojo y todo lo que estaba alrededor, menos la música, desapareció. Fue así, como en las películas. Al rato nuestros amigos --se habían sumado Yani y Yabi, como para hacer el combo perfecto-- nos dijeron que se iban. Así que nos fuimos todos. Dejé a cada uno en su casa y, por supuesto, tenía clarísimo que a Ella la retendría un rato más. Vivía a tres cuadras de casa así que era la última parada: el plan perfecto. Ella había estudiado en la misma facultad que yo, vivíamos casi a la vuelta, los dos trabajabamos como periodistas y sin embargo no nos habíamos cruzado nunca: si eso no es el destino... En mi fiesta azul, estacionados frente a su casita de Chenaut, seguimos charlando un buen rato más. Yo estaba tan emocionado -sentía que había algo especial-, que no quise cortar el momento con un beso. Estaba seguro, segurísimo, de que nos íbamos a volver a ver. Hablamos de su tésis y eso me dio el pie para el segundo encuentro. "Si querés uno de estos días que te cueste ponerte a escribirla, llamame y tomamos unos mates". Otra frase para que anoten quienes quieren levantarse una mina: el copyright no se los cobro. Nos vimos, claro, no para tomar mate. Yo seguía con unos cuantos problemitas de ansiedad y el hecho de presentir que había llegado el gran amor no ayudó mucho: simplemente me cagué en las patas y no la llamé. Pasaron unos días. Sentado en el vestuario del club, después de nadar, agarro el teléfono y veo una llamada perdida. Era Ella. Listo, tenía que olvidarme de la rosca y los miedos. Hablamos y quedamos en vernos. Pero esa noche acordada se frustró por mis temores. ¿Les dije que no estaba pasando un bueno momento, no? Ok, sepan entender. Y por sobre todo, ¡y por suerte!, Ella supo comprender. O adivinar, porque yo no mostraba mis debilidades.
Nos vimos en un bar, otra fiesta. Otra vez yo llegando nervioso, era una persona hecha nudo. Pero con solo hablar, escuchar su voz, sentir eso especial que había sentido la primera vez, alcanzó. A veces lo único que se necesita es un poco de ayuda. Y coraje. Así que nos sentamos en otro sillón, recordamos que nos entendíamos bien, que nos seguíamos gustando, y nos fuimos juntos. En otra de mis geniales salidas le dije "vamos a tomar algo a otro lugar". Lo cierto es que yo quería llevarla a mi casa, o a la suya. Lo que sea, pero no quería más bares ni gente ni nada que no fuéramos nosotros dos. Tenía la esperanza de conquistarla si lograba algo de intimidad. La llevé a un bar que sabía iba a estar cerrado, cerca de su casa. je. Ahí sí que me lucí. Entonces ella tiró un ¿vamos a mi casa?. O tal vez se le pregunté yo. Había muchos discos lindos, libritos, una cama de madera antigua, unas cuantas mariposas, una gata y una guitarra. Si ella lo propuso o fui yo, ya no importaba.
Agarré la guitarra y le ofrecí lo mejor que tenía de mi limitado repertorio. Con Spinetta creo que di en el clavo. Ya estábamos sentados en la cama. Ya le estaba diciendo "muero de ganas por darte un beso pero no me animo", Ella ya se acercaba y corría la guitarra del medio y nosotros ya nos estábamos besando.
Hace dos años empezabamos a amarnos. Ella me curó las heridas, como prometió mientras caminábamos una noche de invierno. Eso hizo, y mucho más. Por eso, y por todo lo hermoso que voy descubriendo de esa mujer cada día, yo me enamoro una y otra vez de Ella, como la primera vez que la vi, hace dos años .
"...convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas."
8 comentarios:
En la cita de Cortázar ya me tenías... Pero seguí como hipnotizada por una poesía dulce y hermosa. Como atrapada por un policial de trama atrapante. Leía y de a ratos me acordaba de que hablabas de mí, de nosotros. Yo también me enamoro otra vez de vos cada día.
bien ahi che!
no se ocmo llegue al blog, pero esta bueno lo ue escribiste....
gracias, vuelva cuando guste...
Tampoco se como llegue al blog pero si estaba buscando algo mas sobre la cita de Cortazar y me encontre con este hermoso relato que me hizo piantar un lagrimon...muy hermoso, lo felicito.-
jejej!yo llegue buscando en google de kien era esta frase "Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que estabamos por encontrarnos"...y elegi tu link!de verdad!exelente!muuuuuuy buena historia!besos!!!!!!!!
Realmente maravilloso tu relato, ojala hoy sigan amándose!!!!!!!!!
Me hiciste llorar me emoción !! yo también vine por esa cita "andabamos sin buscarnos pero andabamos con ganas de encontrarnos " pensé q era una canción , alguien creo q la escribió para mi ... Espero q ese alguien le pase lo mismo q te paso a ti pero conmigo :)
Entre a este blog por que quería corroborar el significado de la cita de Cortázar justamente por que viví una situación o estoy viviendo una situación similar me hace pensar incluso que esto es una señal, que loco es a veces coincidir tanto...
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