sábado, 28 de marzo de 2009

anhelo (deseo vehemente)

Van ocho años y la verdad nunca me sentí parte de esto. Se cumplieron en enero. No festejaría por ello. No reniego de la expriencia, de algunas personas muy valiosas que conocí ni del sueldo que me permitió vivir solo y no privarme de hacer lo que me gusta.
Pero hace un tiempo esa sensación de no ser parte (y de no querer serlo) se está agigantando.
Todavía no sé cuál va a ser el cambio, lo que sé es que tiene que suceder. También sé que tengo que promoverlo. Eso cuesta, sobre todo cuando uno no sabe exactamente lo que quiere y dónde obtenerlo.
Hacer, pensar, sentir, decir. Un amigo me dijo que hay que tratar de coordinar estos cuatro elementos para que la rueda gire. Me parece bastante sabio. Y sé muy bien de dónde me sobra y qué me falta.
Digo y siento: Necesito ser parte de algo en lo que crea al menos un poco. Crear algo, expresar (aunque tal vez esto tenga que ir por fuera del laburo). El trabajo es una parte esencial en la vida y por tanto creo que hay que procurar sintonizarse con lo que uno quiere. Ese camino ya empecé a recorrerlo, veremos a dónde termina, o dónde vuelve a empezar.
Pensar y hacer: pensar qué, dónde. Y finalmente hacerlo.
Es uno de mis mayores desafíos.

viernes, 27 de marzo de 2009

Everything in its right place

He leído críticas y comentarios varios del recital que Radiohead acaba de brindar en Buenos Aires.
Todas coinciden en que el show fue excelente: sonido, puesta, luces, banda, todo. Algunos como mi colega Pablo Shanton se esmeran en encontrar similitudes y diferencias con el resto de las bandas de este mundo. La verdad, no entiendo el porqué de este vicio de los críticos de rock. La historia hace al presente, Radiohead tendrá sus influencias. Pero cuando la crítica se centra casi exclusivamente en comparar la cosa se vuelve tediosa. Vale porque aporta data, es una mirada y aporta algo. Pero no te cuenta qué sucedió el martes a la noche: y ese, me dijeron, es el abc del periodismo: ir, ver, volver, contar.
Ahora, ¿cómo explicar la experiencia vivida? Es posible? Por lo menos hay que intentarlo. Y tal vez, como a un toro salvaje, haga falta darle varias estocadas hasta dominarlo. Y aún así te puede clavar el cuerno y dejarte de culo en medio de la arena.
Primero, un pedido: por favor nadie deje de darle una oportunidad a Radiohead. Escuchen The bends, In Rainbows, Amnesiac, Ok Computer. Un rato, después lo borran de su playlist si no va.
Yo (y acá es importante aclarar: todo lo que se escriba en este blog carece de toda objetividad y nace de lo que un sujeto piensa o siente; ya me explayaré sobre el tema). Decía: yo no creo que haya surgido en los úlltimos 15 años otra banda de su talla. No es comparable con U2 (por favor Clarín dejemos de bajar todo para que lo entienda Doña Rosa: "Radiohead ¿los nuevos U2?" tituló el matutino el día del show. aaaaghhhhh!!!); ni mucho menos con los ambiciosos y tibios Coldplay y Keane.
Esta es una banda en crecimiento constante, en evolución, en erupción; que hace discos "introspectivos" y "oscuros", pero que puede transmitir en vivo todo eso que está grabado, y mucho más. No son ratas de laboratorios (aunque Thom Yorke se les parezca un poco). Son cinco tipos que arrancaron con un Pablo Honey asolescente y visceral (Anyone can play guitar, Creep), dieron 15 pasos adelante con The Bends (mi preferido) y después metieron en la cima que alcanzan unos pocos Ok Computer. Kid A, experimentación pura, inquietante pero todavía indefinido; Amnesiac, ya en camino a In Raimbows; Heil to the Thief (tal vez no le presté suficiente atención o no lográ despertámela). Y por fin, In Raimbows. No sólo canciones, una obra completa, de esas que hay que escuchar de cabo a rabo. Una matriz común que me recuerda a Pink Floyd (perdón Shanton).
Yo me sentí hipnotizado, una amiga dijo que simplemente estaba "viajando" (y les aseguro no toma ni una cerveza). Ceci y yo nos agarrábamos las manos, nos apretábamos, abrazábamos, gritabamos de la emoción: había que sacar de algún modo todo eso que hacía ebullición adentro. Ahora pienso en esas imágenes en blanco y negro de chicas desmayándose al escuchar a Los Beatles. Histeria pensaba antes: no, tal vez uno simplemente se derrumba ante la evidencia de que estás escuchando y viendo la expresión más acabada de lo que llamamos Rock/Pop.
In Rainbows en vivo parece sacarte de este mundo: no es música de esta Tierra. Están trayendo otro planeta, inventado, y te lo bajan a un escenario como diciendo "esto existe, lo hacemos nosotros". Lo veo pero todavía no termino de creerlo. Tendría que verlos 10, 100 veces más para humanizarlos.
Puede que todavía esté en estado de emoción violenta aún cuatro o cinco días después del show. Léase esto con esa salvedad: hoy podría escuchar Radiohead durante meses, años, sin necesidad de otra música. Me volvería loco, por supuesto. Por eso no lo voy a hacer. (¿Cómo explico acá que me encanta la Murga Uruguaya?).
Esto se pasa claro, y después recordamos todos los grupos y canciones que también nos hacen vibrar. Volvemos a poner un disco de los Beatles, sintonizamos la radio, un poco de esto y otro poco de aquello.
Pero confieso que todavía no logro salir de ese arco iris, y me resisto a pensar que ya pasó, que ya está. Que tal vez nunca más. Y tener la sensación de que este recital difícilmente pueda ser superado por cualquier otro por venir.
El martes a la noche, todo parecía estar en su lugar, y aunque podamos jugar con Yorke a que "esto no está pasando, no estoy aquí", todo eso pasó, aquí, y va a quedar por siempre resonando en algún lugar de nuestra memoria emotiva. Donde vamos cargando las cosas que no queremos perder.

lunes, 23 de marzo de 2009

Stop whispering

Este es "la" banda que siempre quise ver en vivo. Amo sus canciones, sus tonos, los colores. Son tantas las emociones que me desatan que incluso pasé mucho tiempo sin escucharlos: Radiohead no es para poner todos los días de tu vida. Un Marley nunca cae mal. Podés estar bajón o súper arriba y para las dos cosas ayuda, como un vaso de cerveza helado.
Radiohead es un trago elaborado, dulce y amargo en la misma proporción (tal vez un toque más amargo), se te sube a la cabeza y te queda dando vueltas horas, días después de saborearlo. El bajo de Colin Greenwood está en mi cabeza desde hace una semana. tun tun tun tututuun tun tun tu tu tun tun. Es como la cortina musical de mi vida en este momento.
Así es Radiohead para mí, absolutamente singular, dulcemente melancólico, desenfrenadamente adolescente e inquietantemente maduro.
Y mañana tocan acá nomás, y yo voy a estar ahí.

viernes, 20 de marzo de 2009

Mechupindongui abre sus puertas. ¿Por qué?
No lo sé.
Vamos a averiguarlo.