jueves, 25 de junio de 2009

Amsterdam


Otra vez lo mismo.

Ian McEwan es un maestro.

Empezás a leerlo despacito... te marea con personajes cuyos datos (y sobre todo personalidades) vamos conociendo lentamente. Sobre cada uno habla como si hubiera vivido esa vida. Es un músico destacado, un director de un periódico, un político. Todo el tiempo, y todo mezclado. Decís, ¿y a dónde va con todo esto? Y sin darte cuenta, te arrojó por un tobogán que no termina hasta el último punto. No podés parar, aunque quieras. Ya no te podés bajar. Y la cabeza te queda aturida después de tanto vértigo.

No creo que me gane la vida como crítico literario así que lo voy a decir más simple: McEwan te agarra del cogote y no te deja respirar aliviado hasta que acabes con él.

3 comentarios:

ceci a. dijo...

Al menos por el libro que leí hasta ahora puedo ratificar lo que dice este post! Leer El placer del viajero!

Anónimo dijo...

capto algo único en la esencia de cada cosa que escribes . .. me gustaría que te animaras a volar más alto con tu estilo.

Pablo Hacker dijo...

gracias por el comentario, acepto consejos para desplegar las alas